Por: Adrián Rodríguez | Una mañana lluviosa despertó el 12 de febrero a la ciudad de Lima. En medio del abrasador verano que transcurría hasta la fecha, la lluvia no era un sinónimo de cotidianidad. Un día atípico en la capital, así como en el fútbol peruano.
Alianza Lima, enfrentaba a Nacional de Paraguay en el estadio de Matute por la primera fase de la Copa Libertadores. Días antes del partido, y gracias a su impecable desempeño en la liga local, la prensa peruana se calló en elogios hacia el plantel dirigido por Néstor ‘Pipo’ Gorosito. “Alianza tiene que pasar”, fue la conclusión final de todos aquellos que entendían el potencial del equipo de La Victoria, pero en la Copa Libertadores, nada es fácil, y mucho menos para los equipos peruanos.
Seis de la tarde, la lluvia no cesaba. A las afueras del Alejandro Villanueva, como era ya costumbre, se armó la verdadera previa aliancista. El olor anticucho, la cerveza y la música. El azul y blanco cubrían toda la calle San Cristóbal frente a la explanada occidente del estadio. Definitivamente ambiente de copa. ¿Clima de copa?
Con el césped mojado por la garúa incansable, a las 7:30 de la noche, empezó el tan esperado encuentro, encuentro que no demoraría en darnos las primeras emociones. A los 22 segundos un balón largo desde el área paraguaya resulto en un gol anulado para Nacional.
En el campo se notaba un Alianza timorato, nervioso, quizás pensando en los fantasmas de años pasados o en la mochila institucional de nunca haber superado un mano a mano en la copa continental. De cualquier forma, a los 10 minutos de juego, un rebote del palo luego de un cabezazo de Hernán Barcos es tomado por Kevin Quevedo, haciendo explotar de alegría a las tribunas, abrazándose, saltando y alentando a un mismo ritmo ‘Corazón Alianza Lima, corazón para ganar’. Pero como ya dijimos en párrafos pasados, en la Copa Libertadores, nada es fácil, y mucho menos para los equipos peruanos. Tan solo 4 minutos después, la pelota quedó botando al borde del área ‘grone’ luego de un córner para que el extremo guaraní Orlando Gaona Lugo empalme un golazo que silenciaría el coloso de la Victoria.
El partido se fue tenso al vestuario, caras de preocupación y angustia en los locales. ¿Tanto pesa la historia o las rachas están para romperse? Era hora de descubrirlo.
A los 49 minutos, Erick Noriega, en su faceta de mediocampista central, pone un pase filtrado para Erick Castillo que emprende la carrera llegando al área rival, un defensa al piso, la pelota en la raya final, y solo una opción. El centro rasante por el césped regado desde los primeros rayos de luz llevo la pelota veloz hacia el centro del área chica para que sea empujada dentro de los tres palos por un inacabable Hernán Barcos, inacabable como la lluvia, inacabable como el aliento de los miles de hinchas blanquiazules congregados ‘La Caldera de Matute’.
La última emoción llegaría a través del hombre que apertura el marcador. Una pelota porfiada por Guillermo Enrique terminaría en un centro a media altura para que Kevin Quevedo, de pecho, marcase el 3 a 1 para los íntimos de la Victoria.
Fue así que un 12 de febrero del 2025, 13 años después de la última victoria de local por un torneo internacional, dos días antes de su 124 aniversario, con un clima atípico para el verano limeño, Alianza Lima ganó por primera vez un mano a mano de la Copa Libertadores. La lluvia terminó a las 11:58 p.m.
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