Un estudio publicado por el Centro Nacional de información biotecnológica de Estados Unidos reveló que, en muchas ocasiones, el cerebro se recrea en aquello que no se tiene y que puede llegar a molestar a la persona, en lugar de centrarse en lo que sí se tiene y disfrutar de ello.
A esto se llama sesgo de la negatividad y un ejemplo lo encontramos en un bonito campo lleno de flores, pero en el que alguien ha dejado unas latas de cerveza “olvidadas”: el sesgo de la negatividad llevará al cerebro a pensar que el campo está sucio y dejará una agria sensación, olvidando que el 99% de ese manto de flores está exuberante.
El problema es que, aunque ya no lo necesite, nuestro cerebro sigue actuando del mismo modo que en el pasado cuando había que sobrevivir y persiste en su idea de ahondar una y otra vez en lo negativo, en lo que no hay, en lo que falta a las personas o en lo que las hace daño; y ese sesgo de negatividad que se estudia en psicología también hace a las personas no solo más infelices, sino también más débiles mentalmente y más enfermos físicamente, según otro estudio de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos.
Los científicos llevan años estudiante este sesgo de negatividad, ya que ayuda a comprender el funcionamiento del cerebro. Por eso, para contrarrestar esta idea de negatividad surge la necesidad apremiante de ver las cosas con mayor objetividad y con mayor optimismo. Y aquí es donde entra en juego aquello de lo que ya hablaba Cicerón calificándola como la madre de todas las demás virtudes: la gratitud.
El agradecimiento consiste, sencillamente, en pensar activamente en las cosas que sí tenemos y por las cuales estamos agradecidos. Una investigación de la prestigiosa Universidad de Harvard explica que “la gratitud es una manera de que la gente aprecie lo que tiene en lugar de buscar siempre algo nuevo, con la esperanza de que les haga más felices, o de pensar que no pueden sentirse satisfechos hasta que consigan todas las necesidades físicas y materiales. La gratitud ayuda a la gente a volver a centrarse en lo que tienen en lugar de en lo que les falta”.
Como ocurre con todo lo nuevo que se incorpora a nuestros hábitos diarios, es lógico que al principio cueste un poco de esfuerzo usar la técnica, por lo que habrá que hacerlo de manera consciente, por ejemplo, escribiéndolo. Sin embargo, a medida que se vaya practicando y cogiendo confianza, la lógica dicta que ese agradecimiento irá saliendo de forma natural y llegará un momento en el que se haga de forma automática y mentalmente.
Antonio, autor de ricosylibres.com, comenzó escribiendo cada mañana en un cuaderno. Apenas dedicaba 5 minutos, pero era suficiente para escribir sus agradecimientos: “Gracias porque tengo unas manos fuertes que me permiten agarrar cosas y, a la vez, sensibles que me permiten acariciar y sentir a mi perra; gracias porque tengo unas piernas y puedo caminar; gracias porque tengo dos ojos y puedo ver; gracias porque tengo una familia que me quiere; gracias porque tengo unos hermanos que me ayudan cuando lo necesito; gracias porque esta mañana he meditado y he encontrado la calma, gracias porque tengo buena comida en la nevera; etc.”
Con la técnica de la gratitud se está animando al cerebro a que encuentre los aspectos positivos y beneficiosos que hay en la vida, dando como resultado una mayor sensación de plenitud, de gratitud, de optimismo… y de felicidad. Una gratitud que se puede mostrar de forma genérica, pero también en aspectos concretos de la vida. Cuanto más específico se sea, más se profundiza, se percibe y se siente.
La teoría de la gratitud establece que, siendo agradecidos, las relaciones empiezan a ser más satisfactorias. Pero, incluso en el caso de que se acaben, las personas son mucho más conscientes de lo que sí tuvieron anteriormente, en lugar de fijarse en lo que no tendrán a partir de ahora. Algo que, según la ciencia, provoca una profunda sensación de gratitud.
Foto: Shutterstock.