Detrás de cada participante de los Juegos Paralímpicos de Río 2016 hay una historia de esfuerzo, sufrimiento e inspiración personal, pero de seguro la de Marieke Vervoort llama profundamente la atención porque está a punto de terminarse y por voluntad propia.
A sus 37 años, esta atleta belga ya firmó los papeles necesarios para la eutanasia, incluso tiene decidido el sitio donde quiere que sus cenizas sean esparcidas. Pese a que aún no tiene fecha para abandonar este mundo, está tranquila porque tiene todo en regla para hacerlo cuando crea que es el momento.
Sin embargo, antes de eso, la mujer quiere ganar una medalla más, por lo que llegó decidida a Río 2016 a coronarse como la velocista ganadora de las pruebas de 100 y 400 metros. Si lo consigue, estos premios se sumarán al oro conseguido en Londres 2012, con récord paralímpico incluido, y a su título como campeona del mundo en Doha, Catar, 2015.
Marieke tiene la mitad inferior de su cuerpo paralizado, una visión reducida al 20% y sufre dolores tan intensos que en muchas ocasiones no logra dormir por las noches. A veces tiene que tomar morfina, incluso en los entrenamientos. Todo esto como consecuencia de la enfermedad degenerativa que la obligó a estar siempre en silla de ruedas desde que tiene 20 años y la que sigue empeorando su calidad de vida.
Para poder acceder a la eutanasia, la deportista tuvo que comprobar con un psiquiatra que su decisión no respondía a un estado de ánimo puntual y probar con tres médicos diferentes que los dolores son tan intensos que no puede vivir con ellos, además de que no existe ninguna esperanza de mejorar; consigna El País.
A nivel personal, en tanto, su decisión le causa cierto tipo de alivio, ya que "la certitud de poder elegir el momento del adiós ha sido un estímulo para seguir su vida la vida sin la inquietud de pensar en el suicidio".
"Antes de lograr la autorización en mi cabeza sólo estaba el final. El doloroso proceso que tendría que atravesar hasta la muerte. Ahora es diferente", agregó Marieke, destacando que "cuando quiera coger mis papeles y decir ¡es suficiente!, quiero morir. Me da tranquilidad cuando tengo mucho dolor. No quiero vivir como un vegetal".
Sus familiares y amigos, en tanto, ven a Marieke viviendo una doble vida. Una vida deportiva llena de alegría; y otra, en la intimidad, de angustia y sufrimiento. Por lo mismo, la belga considera que "la gente siempre me ve sonriendo y haciendo deporte, pero no ve lo que pasa cuando estoy en casa". Sus cercanos aceptan su decisión y nadie ha intentado hacerla cambiar de pensamiento.
Marieke no es creyente y no espera nada después de la muerte. Sus expectativas con el proceso de la eutanasia son sencillas y basadas en los que sabe al respecto. "Te duermes lentamente y no vuelves a despertar nunca", comentó la atleta.
Por ahora, el deporte mantiene con vida a esta belga, quien después de los Juegos de Río tendrá que decidir el momento en que quiere ponerle punto final a su historia.
Fotos: Captura YouTube / Wikipedia / Shutterstock
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