La vida nos pone a prueba todo el tiempo: incertidumbre por el futuro, terminar una relación, problemas laborales o una desgracia familiar pero no hay nada peor que la muerte de un ser querido, sobre todo si se trata de tu hijo.
La historia de David Vetter es difícil, pero breve. Él nació con una extraña enfermedad autoinmune.
Sin las defensas naturales que brinda nuestro organismo, hasta el más simple resfrío puede matarnos. Para evitar esto, los médicos decidieron aislarlo de todo contacto y posible riesgo dentro de una burbuja de plástico.
Es probable que te resulte conocida esta historia ya que inspiró la película "El niño de la burbuja de plástico".
David nació en septiembre de 1971 y fue diagnosticado con una rara enfermedad: el Síndrome de Inmunodeficiencia Combinada Severa, SCID (sus siglas en inglés).
Quienes nacen con este síndrome, aparentan estar sanos, pero tras pocos meses sus anticuerpos comienzan a desaparecer y debido a un problema genético en la médula ósea, los niños no pueden producir anticuerpos. Generalmente fallecen debido a infecciones generales.
David fue el tercer hijo de los Vetter, además de una niña completamente sana y un niño también fallecido a los 7 meses por la misma enfermedad.
Los médicos, temiendo que David tuviera la misma enfermedad que su hermano fallecido, propusieron criarlo en una burbuja estéril hasta que se encontrara una cura. Los gastos del proyecto estarían a cargo del estado, una vez que los estudios confirmaron la enfermedad, la familia aceptó el tratamiento y la ayuda.
Apenas nació David fue trasladado al interior de una gran burbuja de plástico transparente y libre de gérmenes y se convertiría en su hogar para el resto de su vida. Cualquier objeto que era ingresado a la burbuja previamente debía ser meticulosamente esterilizado. David solo podía ser tocado a través de unos guantes de plástico instalados en la paredes de su habitación burbuja y fue bautizado por un sacerdote utilizando agua bendita esterilizada.
La burbuja se mantenía inflada gracias a unos compresores tan ruidosos que era casi imposible escuchar a David o mantener una conversación con él.
El pequeño sobrevivió y comenzó a crecer con "relativa normalidad", ya que no tenía contacto piel con piel con nadie, ni podía salir a la calle o jugar en el parque. Dentro de la burbuja no faltaron los juguetes, la televisión y hasta un espacio dedicado a la educación. Estaba vivo pero era prisionero de su enfermedad.
Una vez que los médicos se dieron cuenta de lo importante que era el contacto humano decidieron modificar la burbuja y hacerla más pequeña y amigable, pero un médico olvido una pequeña jeringa en el interior y David, jugando, hizo varios agujeros a la burbuja. Eso obligó a que los padres y los médicos hablarán con David acerca de la enfermedad y las consecuencias de salir o agujerear la burbuja.
Tanta información fue demasiada para un niño de tres años y David desarrolló un miedo especial a los gérmenes ya que entendió que esos seres invisibles podían matarlos.
Comenzó a tener pesadillas, empezó a ser tratado por psicólogos y, a eso, hubo que agregar que los médicos que habían pensado en la burbuja como algo temporario, ya que pensaron que rápidamente encontrarían una cura para su enfermedad, ya no estaban tan confiados en hallarla. Fue en ese momento en el cual el caso de David se hizo conocido públicamente. La noticia por la forma en la cual era criado y su aislamiento social conmovió al país.
La NASA destinó 50.000 dólares para construir un traje burbuja, para que David pudiera interactuar con más normalidad. Se fabricó una especie de traje de astronauta para la Tierra, pero era muy molesto y solo fue usado unas pocas veces.
A medida que David crecía se hacía más consciente de su enfermedad y los médicos temían que cuando llegara a la adolescencia, un día no soportara más el encierro y saliera de su "casa" con los peligros que ello conllevaba.
Cuando el doctor que estaba al mando del proyecto se jubiló, su reemplazo propuso un nuevo tratamiento experimental de alto riesgo: destruir la médula ósea con fármacos y radiación y sustituirla con células de un donante sano y compatible, su hermana.
Las opciones eran dos y totalmente opuestas: si el tratamiento funcionaba David podría vivir su vida con total normalidad, pero si fallaba, moriría debido a las múltiples infecciones que ya no podrían ser curadas.
Sus padres rechazaron el tratamiento, pero David ya tenía 12 años y quiso llevar a cabo el experimento. Se había cansado de su vida y su soledad.
La operación se realizó sin incidentes y el transplante fue aceptado por su cuerpo, pero a los pocos meses de la operación el niño comenzó a sufrir fiebre y vómitos severos. Los síntomas fueron tan graves que David tuvo que ser trasladado al hospital para recibir su tratamiento.
Se le realizaron pruebas que revelaron que había desarrollado un linfoma de Burkitt; un tipo de leucemia producida por el virus de Epstein-Barr y posteriores estudios encontraron restos del virus en la sangre que había recibido en la operación.
Fuera de la burbuja el estado de David continuó empeorando hasta que finalmente entró en coma y falleció.
Esta burbuja fue su prisión durante 12 años, pero el sacrificio de David no fue en vano. Se hicieron varios avances sobre el conocimiento del SCID, los protocolos para los niños burbuja y los avances en los trasplantes de médula han permitido que los pacientes con dicha enfermedad puedan llevar hoy en día una vida normal.