Con toda una maquinaria operando para ello, incluso parece que fuese una necesidad con base biológica, pero la realidad es que la felicidad es una idea abstracta que proviene del pensamiento positivo, una industria que genera ganancias estimadas en 11 billones de dólares al año. Todo para hacernos creer la fantasía de que la felicidad es una meta realista.
Pero los seres humanos no estamos hechos para ser felices, sino para sobrevivir y reproducirnos, como todas las demás criaturas del mundo. Una persona satisfecha no se mantendría en guardia ante las posibles amenazas para su supervivencia, así que los estados de satisfacción permanente no existen en la naturaleza.
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Proveniente principalmente del "sueño americano", este "derecho inalienable" ha creado una expectativa que la vida real, por desgracia, tercamente se niega a complacer, propone Rafael Euba, experto de la Old Age Psychiatry, King's College London.
Incluso cuando todas nuestras necesidades materiales y biológicas se encuentran satisfechas, un estado de felicidad sostenida sigue siendo una meta teórica y esquiva. Es lo que descubrió Abderramán III, Califa de Córdoba, en el siglo X.
Abderramán III fue uno de los hombres más poderosos de su tiempo, disfrutó de logros militares y culturales, así como de los placeres terrenales que le proporcionaban sus dos harenes. Hacia el final de su vida, decidió contar el número exacto de días en los que se sintió feliz. Ascendían solo a catorce.
El hecho de que la evolución nos diera un gran lóbulo frontal en nuestro cerebro (con sus excelentes habilidades ejecutivas y analíticas), pero nos negara la habilidad natural de ser feliz, dice mucho acerca de las prioridades de la naturaleza, dice en su artículo publicado originalmente en The Conversation.
También se argumenta que, el que la naturaleza no haya eliminado la depresión en el proceso evolutivo a pesar de las evidentes desventajas que presenta, se debe a que puede cumplir una función útil en tiempos de adversidad.
Por ejemplo, puede ayudar al deprimido a abandonar una situación en la que no puede ganar. Se ha postulado que las rumiaciones depresivas también pueden ayudar a encontrar una solución a los problemas con los que uno se encuentra en tiempos de adversidad.
Nuestras emociones son mixtas e impuras, desordenadas, enredadas y, a veces, contradictorias. Ciertos estudios han mostrado que las emociones y los afectos positivos y negativos pueden coexistir en el cerebro y ser relativamente independientes el uno del otro.
Este modelo muestra que el hemisferio derecho procesa sobre todo las emociones negativas, mientras que las positivas son procesadas por el lado izquierdo.
Sobrevivir y reproducirse son tareas difíciles, así que debemos estar preparados para luchar y esforzarnos, buscar gratificación y seguridad, combatir amenazas y evitar el dolor.
El modelo de emociones encontradas, basado en la coexistencia del placer y el dolor, se acomoda a nuestra realidad mucho mejor que la dicha inalcanzable que nos quiere vender la industria de la felicidad. Además, el pretender que el dolor sea algo anormal o patológico, algo evitable para quienes saben cómo hacerlo, solo generará en el resto de nosotros sentimientos de fracaso y frustración.
Negar la existencia de la felicidad puede parecer un mensaje negativo, pero el consuelo reside en saber que las emociones negativas no representan un fracaso personal. La tristeza intermitente no es un defecto que exija una reparación urgente, como pregonan los gurúes de la felicidad. Al contrario, esa tristeza es lo que te hace humano.