A raíz de la pandemia y el cierre de colegios y jardines de niños, alrededor de 154 millones de infantes han dejado de tomar clases presenciales, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Además, 24 millones de estudiantes en todo el mundo, desde el nivel de preescolar hasta el ciclo superior, podrían no volver a la escuela como consecuencia de los cierres provocados por el COVID-19, según el informe Education in the time of COVID-19 and beyond de la misma organización.
Mientras más pequeño es un niño, más se requiere de estrategias específicas para mantener su atención durante las clases en línea. Muchos padres se quejan de que son ellos quienes realmente están atendiendo las sesiones e impartiendo las clases. Sabemos también que, por ello, algunas familias con hijos pequeños han llegado a organizarse en pequeños grupos y han contratado profesores para dar clases de manera presencial en las denominadas ‘cápsulas pandémicas’.
Sin embargo, con el paso del tiempo, los padres que han tomado estas medidas se han dado cuenta que la implementación puede ser muy desafiante, pues se trata de establecer desde el currículum y la metodología, hasta el hecho de que a los profesores les cuesta trabajo dar retroalimentación a padres.
“La consecuencia de retirar a un pequeño del jardín infantil es considerable. Ese es el momento en que se desarrollan los hábitos de estudios que los acompañarán toda la vida, y es cuando se desarrolla el interés por aprender; es la época donde aprenden a relacionarse socialmente y a convivir con personas que no forman parte de su círculo familiar; y también donde se enseñan elementos claves de la formación, como por ejemplo el alfabeto o los números”, comenta Marcos Ganzert, director académico de Maple Bear América Latina.
El directivo agrega que ésta es además esa fase en la que el cerebro infantil está funcionando a su máxima capacidad, por ello el proceso de aprendizaje –utilizando estrategias apropiadas–, ocurre de manera muy fluida. En el caso de niños mayores a seis años, el abandono de la escuela significa niños que seguirán con algún rezago académico.
Qué pueden hacer los colegios
Antes de llegar al punto de deserción, es importante que las escuelas tengan una excelente comunicación con los padres de familia para entender cada situación de manera individual. Por ejemplo, si un niño solo puede atender parcialmente la escuela, la escuela y el maestro pueden flexibilizar los criterios de trabajo y evaluación para así evitar el abandono completo, que sería el peor escenario posible. Una atención personalizada permite que el niño se sienta acogido y capaz de aprender, sin importar su situación personal. Otro punto que se puede agregar es la ayuda a los padres para apoyar a sus hijos en las labores escolares. No se piensa de manera alguna que sustituya al profesor; pero sí se pueden brindar consejos prácticos, sugerencias de actividades y de materiales que pueden utilizar.