No es raro escuchar consejos que apelan a “seguir tu instinto” o intuición. Sin embargo, aunque seguir este primer impulso sin pensarlo mucho puede ser útil en algunos casos, en otros el pensamiento analítico es mucho más recomendable a la hora de tomar decisiones.
La intuición no es un pensamiento mágico que surge de la nada, sino una herramienta de nuestro cerebro, científicamente demostrada, que tiene lugar cuando tomamos decisiones de manera rápida y, aparentemente, de manera poco razonada e inconsciente. Este mecanismo en realidad no es tan irracional como parece, sino que se basa en la experiencia acumulada por nuestro cerebro, que es capaz de predecir, de manera inconsciente para nosotros, lo que pasará después. Las “soluciones” que nos da nuestro cerebro en estas circunstancias suelen ser automáticas, rápidas y subconscientes, mientras que el pensamiento analítico es lento, lógico, consciente y deliberado.
La intuición puede ser una gran aliada si la utilizamos correctamente y en las situaciones adecuadas, que no son todas. Por ejemplo, cuando tenemos mucha experiencia en un área concreta, nuestras intuiciones serán más fiables. En otras, sin embargo, lo mejor será tomar decisiones razonadas y reposadas. Y es que, dado que la intuición o instinto se basa en un procesamiento evolutivamente más antiguo, también puede ser víctima más a menudo de errores, pues está más “desactualizado”.
En un artículo publicado en The Conversation, titulado “Debemos domar el instinto y aprender a pensar”, se afirma que mientras que “el del instinto es evolutivamente antiguo, rápido, automático y paralelo, y nos permite tomar decisiones de forma intuitiva y con rapidez en situaciones familiares, el de la razón opera más lentamente, es secuencial, se basa en reglas y nos permite desarrollar el razonamiento lógico abstracto y el pensamiento hipotético”.
Por este motivo, “el instinto entra en acción cuando tenemos que tomar decisiones rápidas con información fragmentaria, y la razón es especialmente útil cuando tenemos mucha información y tiempo suficiente para reflexionar sobre ella”. Y es que, cuando disponemos de la información y el tiempo suficiente, el sistema analítico suele inhibir el intuitivo, ser más eficaz y errar menos, como han demostrado varios estudios científicos.
Elegir uno de los dos es complicado, sobre todo porque en muchos casos el cerebro utiliza ambos estilos de pensamiento de manera simultánea sin que nos demos cuenta.
Sin embargo, sin demonizar la intuición, sí se puede afirmar que, dado el sesgo más “primitivo” que puede tener seguir nuestro instinto sin pensar, es preferible, siempre que tengamos tiempo, reposar las decisiones y confiar más en el pensamiento analítico. La intuición, mejor verla como lo que es, un estilo de procesamiento subconsciente rápido y automático que puede sernos útil cuando no tengamos el tiempo ni la información para dar una respuesta rápida y razonada.
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