Los meses de septiembre, octubre y noviembre traen consigo un fenómeno que durante décadas ha preocupado tanto a los científicos como a la población general: el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida. El problema es que en 2020, a causa del calentamiento global, apareció un agujero de la capa de ozono sobre el Ártico.
Por primera vez, los niveles de 2020 alcanzaron cifras tan bajas que se le consideró un “agujero”. Así lo explican los investigadores de la Universidad de Pekín, liderados por el profesor Yongyun Hu, en un nuevo estudio.
En su trabajo científico los investigadores han sido capaces de vincular este nefasto fenómeno a las temperaturas récord que se alcanzaron en la superficie del norte del océano Pacífico a principios de 2020. El propio profesor Hu explica que “las temperaturas récord en el Pacífico Norte durante febrero y marzo de 2020 llevaron a una gran reducción de la actividad ondular de la atmósfera en el Ártico, lo que modificó el comportamiento del Ciclón Aleutiano”.
“Esta reducción de la actividad ondular provocó un vórtice polar extraordinariamente frío entre febrero y abril de 2020, lo que permitió la formación de nubes estratosféricas que destruyeron el ozono de la zona”, agregó el científico.
Los investigadores son unánimes: el aumento de la temperatura de la superficie del mar fue el causante de la anomalía y esto ocurrió a raíz del calentamiento global. Es por esto que el profesor Hu afirma que “la formación del agujero ‘récord’ en la capa de ozono del Ártico en 2020 indica que las sustancias que a día de hoy están en nuestra atmósfera son capaces de provocar daños severos en primavera. Nuestros resultados sugieren que es muy probable que esto vuelva a ocurrir en el futuro cercano”.
El agujero de la capa de ozono original, el de la Antártida fue (y sigue siendo) una de las principales preocupaciones medioambientales. Este elemento, compuesto por tres átomos de oxígeno (O3) forma un escudo que nos protege de las radiaciones ultravioleta B (UVB) y las C (UVC). Estas son muy energéticas y se supuso que si podían entrar en nuestro planeta, las tasas de cáncer de piel, cataratas y quemaduras se dispararían, así como también se verían afectados plantas y animales, recoge El Confidencial.
Es por esto que en 1987 se aprobó el Protocolo de Montreal, que puso límite a determinadas sustancias químicas, especialmente los compuestos clorofluorocarbonados (CFC). La prohibición de estos compuestos entró en vigor en 1989 y ya en 1990 los niveles se estabilizaron, empezando a recuperarse en el siglo XXI. La progresión sigue comenzando hoy en día y, hasta ahora, se esperaba que los niveles ‘normales’ se alcanzasen en 2075. Hasta ahora, el Protocolo de Montreal es considerado el acuerdo medioambiental más exitoso y efectivo de la historia.
Pero este nuevo descubrimiento pone de manifiesto que es posible que, debido a factores que no habíamos tenido en cuenta hasta ahora como la crisis climática, esta recuperación pueda estar comprometida. A fin de cuentas ha aparecido un agujero en la capa de ozono sobre el Ártico que nunca antes había existido.
Foto: Estación Espacial Internacional.